Tamara Michel, viuda de Gustavo Jara Villalba, conductor de Bolt asesinado a sangre fría por una pareja criminal, recordó a su extinto esposo como alguien que se desvivía por su hijos. Y que habitualmente concordada en que su trabajo era riesgoso, y que podía «no regresar» en algún momento, premonición que se cumplió.

“Yo estaba durmiendo, era la hora entre las seis y siete de la mañana. Entre que llegaba para llevarle a los chicos al colegio… Escucho que golpean el portón, entra mi mamá llorando, me dice: ‘le dispararon a Gustavo, mi vecina dice que le mataron’. Salí a correr, a buscarle; me llama la policía, ahí me quedé esperando que no sea él. Si me preguntás ahora que le mataron, todavía no creo, no puedo creer la saña como le mataron”, remarcó.

“Siempre me contaba que algunos iban para comprar drogas. Me contaba que entonces él les pedía que se bajaran del auto, decía que no siempre es un delincuente el que se va a comprar drogas, de repente es un trabajador de oficina, o es persona que no es delincuente… Lo que puedo creer es que él se dio cuenta y les pidió (a los asesinos) que se bajen, ahí las personas reaccionaron”, remarcó.

Tamara sostuvo que cuando conversaba con su marido sobre lo que implicaba trabajar en Bolt, y en horario nocturno, Gustavo mostraba plena conciencia de los peligros que azotan a los que, como él, optan por trabajar en ese menester.

“Él sabía los riesgos, cuando salía me daba un beso, me decía: ‘puedo no volver’. Antes de dormirme, hacía una video llamada, le decía a sus hijos cuiden a mami… Uno de ellos me dijo: le pedí a papi que se quedara”, rememora la viuda de la víctima del crimen.