La serie de luctuosos hechos que tuvieron como víctimas a niñas y adolescentes nativas en Asunción, movilizó al Instituto Paraguayo del Indígena (Indi) a implementar proyectos que estaban dormidos en el ente rector. “Estamos reactivando un programa de reinserción que tenía el Indi”, suscribió el ingeniero José Luis Rodas, quien desde ayer está al mando de la Dirección General de Protección a Pueblos Indígenas del Indi.

Junto a la Dirección de Pueblos Originarios del Ministerio de la Niñez y la Adolescencia (Minna) procederán, primero, al rescate de los nativos en situación de calle.

La semana pasada, en efecto, tuvo lugar el primer operativo conjunto: Un total de 23 indígenas fueron llevados hasta el albergue del Minna, Kuarahy Resê, en San Lorenzo.

Contactaron a los líderes de las comunidades expulsoras. “Les entregamos (a los niños) a sus padres y ellos estaban muy preocupados por lo que estaba pasando”, comentó.

El siguiente paso es volver a esas comunidades para hacer un seguimiento y así evitar que vuelvan a la capital.

“En algunos casos tenemos un diagnóstico previo de las comunidades acerca de las necesidades que tienen, de manera a ir acompañando con planes sociales, proyectos productivos o capacitación laboral”, indicó Rodas, quien hasta el viernes último era coordinador de la Estrategia Indígena del Proyecto de Desarrollo Rural Sostenible (Proders) del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).

La última alternativa en cuestión lo harán -dijo- en coordinación con el Sistema Nacional de Formación y Capacitación Laboral (Sinafocal) en las comunidades indígenas que están en la órbita.

De momento identificaron 13 comunidades expulsoras, en los departamentos de Caaguazú, Caazapá, Guairá, San Pedro y Canindeyú.

En la mayoría de esos asentamientos, explicó que la frontera agrícola “avanzó tanto que ya no hay esa disponibilidad inmediata” de alimentos. Antes tenían una “despensa continua”, graficó, que eran los bosques donde podían recolectar las frutas, cazar los animales, etc.

Ese contexto cambió. “Entonces, tenemos que trabajar en seguridad alimentaria, como la producción de alimentos”, refirió. Y enumeró algunas experiencias exitosas que tuvieron en el MAG: Comercialización de mandioca en la zona de Curuguaty; así como el cultivo de sésamo. Y uno más avanzado que se dio en una comunidad Aché Guayaki, donde instalaron un secadero de yerba mate.

Por lo demás, señaló que con el Ministerio de Desarrollo Social (MDS), verificarán si las familias que salen de sus comunidades cuentan o no con la asignación monetaria de Tekoporã para incluirlos en ese programa.

También apuntarán en el fortalecimiento del liderazgo comunitario para que recuperen sus culturas ancestrales.

“En las comunidades hay problemas que acá no se ven: Están entrando religiones invasivas y eso hace que se peleen entre ellos”, relató sobre otro conflicto que divide clanes y los saca de sus tierras.