Entre las paredes, cuevas y grutas de Itá Letra, en Villarrica, se guardan auténticas reliquias. Pictografías (también petroglifos) de entre 2.000 y 5.000 años de antigüedad que son testigos de los primeros grupos humanos que llegaron a la región. Una ventana a la prehistoria del Paraguay que está en serio de riesgo por la ignorancia de propios y extraños y la lenta reacción de las autoridades.

Itá Letra pertenece al sistema orográfico del Ybytyruzú. Está ubicado en la compañía Tororô, a 18 kilómetros de la ciudad de Villarrica, Departamento del Guairá.

El lugar toma su nombre de las misteriosas pictografías y petroglifos precolombinos que adornan sus paredones, redescubiertos -por no decir publicitado- en los años 50 por los europeos que se encontraban trabajando en la explotación minera de la zona.

SU IMPORTANCIA

Los motivos y los materiales con que fueron elaboradas las distintas pinturas rupestres encontradas alrededor del mundo son muy similares entre sí, a pesar de los miles de kilómetros de distancia y miles de años en el tiempo. Todos los grupos humanos que dependían de la caza y de la recolección de frutos efectuaron este tipo de trabajo pictórico.

No son líneas y representaciones sin sentido, sin razón de ser.

La historia, en el sentido amplio de la palabra, arranca con los registros escritos. Los primeros sistemas de escritura no se consideran una invención espontánea ya que evolucionan de remotas tradiciones simbólicas que no se pueden clasificar como escritura en sí mismas. Si bien estaban desprovistos de contenido lingüístico directo, utilizaban símbolos ideográficos que podían transmitir información. Es decir, en Itá Letra, así como en el Amambay, encontramos vestigios de protoescritura.

ENTRE LAS MÁS ANTIGUAS DE AMÉRICA

Según las investigaciones realizadas en 2011 por los arqueólogos del Museo de Altamira (España), el más remoto de los trazados -en una de las cuevas interiores de Itá Letra- data de más de 5.000 años A.C. siendo una de las más antiguas en toda América. Es decir, anteriores a las comunidades Ava Guaraní.

Los símbolos más antiguos y extraños se localizan en las cuevas y grutas. Representan pisadas de animales, constelaciones (o una suerte de observación de los astros) y referencias abstractas de la fertilidad femenina. Por las paredes del peñasco se encuentran los signos más ‘recientes’, que datan de unos 2.500 años de antigüedad.

Al igual que Jasuka Venda, Itá Letra no solo posee connotaciones históricas y científicas, sino también míticas y legendarias. Los lugareños aseguran que los aborígenes de la zona le guardan respeto, o cierto temor, a estos símbolos (así también, Jasuka Venda es considerado lugar sagrado por los Pai Tavyterá).

Pero la barbarie de los ignorantes no profesa la misma devoción. Se ha profanado el sitio a través de los años y ello es palpable en en las marcas y golpes de todo tipo, más la erosión y la retraída reacción de las autoridades, que hacen que el arte rupestre más antiguo del país se vea seriamente comprometido.

EL MITO VIKINGO

Durante mucho tiempo se creyó que estos símbolos eran obra de vikingos, los terribles guerreros procedentes de las heladas tierras escandinavas que asolaron Europa con sus veloces Drakkars. Esta civilización llegó a tener colonias -no muy duraderas- en el extremo norte de la actual Canadá.

La versión de que los vikingos fueron capaces de penetrar hasta el corazón de América del Sur fue ampliamente divulgada por el francés Jacques de Mahieu y el profesor Vicente Pistilli hizo lo propio en el Paraguay. Mahieu inclusive le dedicó una saga al tema, compuesto por tres libros: el gran viaje del Dios-Sol, El Rey Vikingo del Paraguay y la Agonía del Dios-Sol.

Sin embargo, las investigaciones realizadas por los científicos españoles de Altamira desvirtúan la teoría del origen nórdico y le atribuyen la autoría del arte rupestre de Itá Letra a los antiguos nativos del Guairá.

FALTA CIENCIA Y PROFESIONALES

El historiador Fabián Chamorro lamentó que vestigios de semejante importancia lleguen al punto de verse irreversiblemente dañados. Como el Paraguay no cuenta con una facultad de arqueología, o una institución centrada en estos estudios, no se tiene certeza de otros indicios que podrían tener la misma, menor o mayor antigüedad que los encontrados en Itá Letra y el cerro Jasuka Venda (cerro Guasu, Amambay).

“No sabemos qué otros vestigios de mayor data puedan existir. Los últimos 30 años se volvió más científico el estudio de la historia, pero estamos aplazados en las ciencias auxiliares, que son importantes para la historia. Justamente la arqueología. Nos falta muchísimo, Paraguay tiene solo tres arqueólogos. Y los tres se recibieron en el exterior”, afirmó.

BUROCRACIA

La cuestión de Itá Letra es más profunda que la sola ausencia de acciones concretas.

Existe un lío de documentos entre la familia que dice ser propietaria del sitio y el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (INDERT) -más la tediosa burocracia- por el cual las autoridades -dicen- se ven impedidas de avanzar en proyectos que puedan mejorar Itá Letra y proteger las inscripciones. Todo este embrollo no hace más que entorpecer las iniciativas, si es que hay voluntad política de ejecutarlas, y extiende el letargo que ya de por sí perjudica el patrimonio cultural.

A ello hay que sumarle la sospechosa falta de cooperación del INDERT de Villarrica. Según documentos a los que tuvimos acceso, estudiosos que acompañan el caso Itá Letra han solicitado los informes correspondientes sobre el estado documental de las hectáreas donde se encuentra el sitio, inclusive con el acompañamiento de los propietarios -que defienden sus derechos-, pero el órgano estatal no contesta o evade las consultas.

“Mirá, se tiran la pelota durante mínimo ocho meses, para decirte nada. Cuando sí te contestan, se excusan en que no pueden informarle a terceros, pero es la misma familia la que acompaña al ser la primera interesada en resolver este asunto”, afirmó una fuente que prefiere quedar en el anonimato.

CONTINÚA LA ESPERA

En el año 2018, la arqueóloga Ruth Alison Benítez, en su rol de asesora, visitó Itá Letra y elevó a la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) un informe en que señala que el sitio “requiere de la valoración patrimonial y el seguimiento de los estudios arqueológicos interrumpidos (desde el fallecimiento de uno de sus investigadores, el exdirector del Museo de Altamira de España, José Antonio Lasheras)”.

Tras una nueva denuncia en redes sociales sobre el estado del patrimonio cultural, esta semana una comitiva de técnicos de la Secretaría Nacional de Cultura inspeccionó el yacimiento. La visita resucitó las esperanzas de los lugareños y estudiosos que siguen de cerca el caso, esperando que de una vez y por todas la Secretaría Nacional de Cultura, el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADES), la Secretaría Nacional de Turismo, la Gobernación del Guairá, la Municipalidad de Villarrica y los presuntos propietarios de esas tierras se pongan de acuerdo e impulsen las acciones pertinentes que garanticen la restauración, preservación e investigación de Itá Letra.

 

 

Y como alguna vez dijo el célebre escritor español Marcelino Menéndez y Pelayo: “Pueblo que no conoce de su pasado, pueblo condenado irrevocablemente a la muerte”.