En su primer discurso, frente a las autoridades nacionales, el Sumo Pontífice valoró el heroísmo del pueblo, destacando que la historia de Paraguay ha conocido el sufrimiento terrible de la guerra, del enfrentamiento fratricida, de la falta de libertad y de la conculcación de los derechos humanos. Y, en ese sentido, valoró el tesón y el espíritu de superación del paraguayo para rehacerse ante tanta adversidad y seguir esforzándose por construir una nación próspera y en paz.

En ese mismo escenario llamó a todos los actores sociales a aunar esfuerzos para que no haya más niños sin acceso a la educación, familias sin hogar, obreros sin trabajo digno, campesinos sin tierras que cultivar y tantas personas obligadas a emigrar hacia un futuro incierto. Pidió igualmente que no haya más víctimas de la violencia, la corrupción o el narcotráfico. Recordó que “un desarrollo económico que no tiene en cuenta a los más débiles y desafortunados no es verdadero desarrollo”.

En el encuentro con la sociedad civil en el León Coundou, el sucesor de Pedro criticó la corrupción que impera en nuestra sociedad y recordó que “ningún político puede cumplir su rol si está chantajeado por actitudes de corrupción” . Especificó que el chantaje siempre es corrupción, es la gangrena de un pueblo e invitó a los actores sociales y políticos a “respetar al pobre y no usarlo como objeto para lavar nuestras culpas”.

Otro gran acontecimiento de aquella memorable visita de Francisco al Paraguay fue la misa que presidió en Caacupé. Allí, frente a la Virgen, dijo: “Acá se está en casa, y lo mejor es saber que alguien nos espera”. Sin dudas, el momento de la homilía que acaparó los aplausos fue cuando recordó a las mujeres y madres paraguayas “que, con gran valor y abnegación, han sabido levantar un país derrotado, hundido, sumergido por una guerra inicua. Ustedes tienen la memoria, ustedes tienen la genética de aquellas que reconstruyeron la vida, la fe, la dignidad de su pueblo”.

Finalizaba otro día para el Papa y justamente no podía dejar el Paraguay sin antes ir a las periferias existenciales.

El domingo 12 de julio, visitaba el Bañado Norte y al dirigirse a los presentes, dijo: “Ver sus rostros, escuchar sus historias y todo lo que han realizado para estar aquí, todo lo que pelean para una vida digna, un techo; todo lo que hacen para superar las inclemencias del tiempo, las inundaciones de las últimas semanas, me hace recordar a la pequeña familia de Belén”.

Hagan lío

Más tarde, el Papa presidía una multitudinaria misa en Ñu Guasu. En ese escenario, invitó a los paraguayos a ser hospitalarios mientras que en el último acto que compartió con los jóvenes fue en la Avenida Costanera. Allí pidió a la marea juvenil a no cansarse rápido y ser aburridos. Compartió con ellos una anécdota: “El otro día un cura, en broma, me dijo ‘sí, usted siga haciéndole, aconsejándoles que hagan lío a los jóvenes. Siga, siga, pero después los líos que hacen los jóvenes los tenemos que arreglar nosotros’. Hagan lío y organícenlo bien, hagan lío que nos dé un corazón libre, que nos dé solidaridad y esperanza. Antes de irme les pido que sigan rezando por mí. Que sigan haciendo lío, pero ayuden a organizar (háganlo bien) el lío”.

Así fue la visita del segundo Papa al Paraguay. Si Juan Pablo II fue fundamental para que meses después caiga a cañonazos la dictadura, la generación actual aún está en deuda con el mensaje del papa Francisco, que reclamó aquí armar lío para derrotar la corrupción y que la economía llegue a los pobres.