Al senador Silvio Ovelar, más conocido como Trato Apu’a lo traicionó su síndrome de «llanero solitario», no la gente.

“Solos mi caballo, mi arma y yo”, decía una vieja canción utilizada en una también vieja película del oeste. En el idioma inglés, el primer uso del término “llanero solitario” se remonta a 1969. Su referencia inolvidable es el astuto vaquero enmascarado que por radio y televisión recorría el Far West estadounidense luchando contra la injusticia. Y si bien el vaquero contaba con la ayuda de Toro, su fiel compañero indio, su figura comenzó a ser utilizada en la década del sesenta para hacer referencia a cierto tipo de liderazgo individualista.

El síndrome del “llanero solitario” surge a partir de la distancia que se genera entre la necesidad de liderar que tiene un manager y la verdadera vocación que puede tener para ser un líder y no solo un superior en la jerarquía corporativa. Por falta de herramientas, formación o simplemente habilidades básicas para la conducción de equipos, este tipo de líderes concentran todas las tareas, las responsabilidades y los deberes sobre su propia persona.

Existen varias razones para justificar esta conducta, que puede parecer heroica, pero que en realidad es bastante disfuncional. Por lo general, los “llaneros solitarios” tienen un ego que los lleva a pensar que ellos trabajan más rápido y de forma más eficiente que los demás. Ocupando posiciones de jerarquía, muestran una gran resistencia a delegar tareas en sus colaboradores. Y no es el miedo a que no se cumplan los objetivos lo que los detiene, sino esencialmente su falta de confianza en el resto de las personas. Su visión del trabajo es muy parecida a la del vaquero de antifaz: para ellos, ser un líder es hacerse cargo de todo y sentir, al final del día, que son los únicos con capacidad para hacerlo.

Los problemas de autoestima pueden ser también causa de este tipo de comportamiento. Aunque suene contradictorio, muchas veces la necesidad de quedar siempre bien a los ojos de dependientes y superiores es una forma de lidiar con una baja consideración de sí mismos.

Hoy Trato Apu’a usa la frase «Solos mi candidato, yo y yo», pues su popular estirpe de «sabelotodo» le hace creer su propia mentira en hacer revivir cadáveres políticos, pues se le acabaron las fichas en el tablero recurriendo a figuras que dejaron la política hace años y caracterizadas por el desprecio a la gente más humilde, pues devienen de la «alta sociedad ovetense».

Las promesas que dio a su nuevo «Patrón» están cayendo por el peso que conlleva armar una estructura departamental luego de haber perdido el 80% de su equipo original a causa de su síndrome de «llanero solitario».

Su síndrome hoy lo caracteriza plenamente pues se ha quedado solo.