El 11 de febrero de 2014, el comisario Alcides Ramón Denis, de la comisaría de Capiatá, envió al fiscal de esta ciudad, Víctor Villaverde, el reporte por la desaparición de Fiorella Luján Portillo Molinas, una niña de cuatro años de edad. La denuncia fue realizada por Liza Soledad Portillo Molinas, entonces de 21 años y madre de la menor. Cuando denunció lo ocurrido, Liza Soledad vivía en el km 19 de la ruta 2, en la compañía Naranjaty de Capiatá. Desde entonces, el caso empezó a ensuciarse con una serie de acusaciones, testimonios cruzados y datos inexactos por parte de los involucrados, un cóctel al que se le agregó finalmente una investigación sin resultados hasta ahora.

La licenciada Rocío Villalba es una trabajadora social que se enteró de la situación de Fiorella estando en los Estados Unidos, en donde trabajaba hasta hace un tiempo. Cuando volvió al país, Villalba se interesó en el caso y rápidamente empezó a hacer un seguimiento de los hechos. “Encontré que hubo demasiada negligencia de la fiscalía. Desde un primer momento se negaron a librar una orden de búsqueda de la niña. El caso tuvo por años la carátula “a determinar” en el Ministerio Público” expone Villalba, en la redacción de La Nación.

Villalba mostró las notas remitidas a diferentes estamentos fiscales, solicitando que se siga con la investigación. Sin embargo, hasta ahora, sólo existe una denuncia. La última nota de reclamo -que también fue firmada por Lizza Portillo, la madre de la niña- tiene fecha del 13 de enero de este año y fue remitida al propio fiscal general del Estado, Javier Díaz Verón. “A estas alturas, queremos saber en qué etapa de investigación están en la fiscalía. No puede ser que hace tres años una niña desapareció en Paraguay y nadie haga algo por saber dónde está o con quién” dice la trabajadora social. Villalba incluso creó una página en Facebook para buscarla a la niña.

Un caso llamativo

De acuerdo con el primer testimonio que figura en la denuncia de la madre de la menor ante la comisaría capiateña, el último día que ella le vio a su hija fue el 5 de febrero de 2014. En esa ocasión, como solía hacer diariamente, dejó a su pequeña niña a cargo de una vecina, a quien identificó como Soledad Montiel. Según lo denunciado por Liza Portillo, como ella salía a trabajar y volvía a su casa recién por la noche, acostumbrada a dejar a su hija con la señora Montiel. Ese día 5 de febrero, volvió a su residencia como un día normal y cuando fue a buscar a su hija ya no la encontró en la casa de Soledad Montiel. Según lo que explicó Liza Portillo a los uniformados -según consta en la denuncia- Soledad le dijo que ella entregó a la niña a otra mujer, de nombre Severiana Cano.

Sin embargo, el 8 de febrero de 2014, Soledad Montiel denunció a Liza Portillo por “abandono de hogar” en la Comisaría octava de Capiatá. La joven -que entonces era vecina y supuesta amiga de Liza- aseguró que jamás cuidó a la niña que hoy está con paradero desconocido. Incluso, cuando saltó este caso en los medios, negó cualquier relación con Liza. Con estos testimonios como únicos elementos, el fiscal Villaverde agarró el caso. Era febrero de 2014.

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Liza Soledad hace honor a su segundo nombre. Tuvo sola a su primera hija a los 16 años -Fiorella, que hoy está desaparecida- y parió estando sola a los dos hijos que vinieron posteriormente; un niño de 5 años y una beba que hoy tiene tres meses. Liza se define como madre soltera.

“Cuando Fiorella tenía cuatro años yo estaba concubinada, pero me enojé con el tipo, agarré mis cosas y me fui de la casa, que estaba en Trinidad. Cuando eso, J. Era muy bebé, entonces le dejé con una amiga y nos fuimos con Fiorella a Capiatá, en lo de una amiga. Pero prácticamente vivíamos en la calle” recuerda Liza.

Agrega que cuando por fin encontró un pequeño lugar en donde vivir, en Capiatá, después de conseguir a duras penas un empleo, entonces se fue a su hijo que estaba en Trinidad, pero el niño ya había sido trasladado a una casa hogar. “Mi vecina me dijo que ya no podía atenderle entonces le llevaron. Yo me fui a buscarle y finalmente tuve problemas judiciales. En el Palacio me empezaron a exigir cosas, como por ejemplo tener una heladera para poder darles de comer a ellos, y yo recién estaba trabajando, estaba sola, no podía hacer todo de una vez” expone.

Pedido de Investigación

Liza dice que la última vez que vio a su hija Fiorella, la niña estaba durmiendo. “Yo me desperté, me fui a avisarle a mi vecina (Soledad) que le dejaba a Fiorella en la cama, como siempre solíamos hacer. Pero esa fue la última vez. Recuerdo bien que un día antes fue domingo y vino a mi casa Soledad a comentarme que una tía suya de Encarnación que estaba en su casa, se encariñó demasiado con Fiorella y me preguntó si ella le podía llevar. Yo no entendía, pensé que era para merendar o algo así, y después me dijo, no para ir a vivir con ella. Y le dije que no, porque era mi hija, además yo ya había tenido problemas judiciales con el tema de mi otro hijo. También ya estaba trabajando en ese tiempo y podía hacerme cargo de Fiorella” dice liza.

Su relato continúa: “Al lunes siguiente de ese domingo, el 5 de febrero, cuando volví de mi trabajo ya no le encontré a mi hija. Nunca más supe de ella. Me desesperé, le reclamé a Soledad y me dijo que no sabía qué pudo haber pasado”. Con respecto a sus padres, aclara que ellos no mostraron mucho interés en ella tiempo atrás, pero que ahora su papá la está ayudando. “Cada tanto me preguntan por Fiorella, pero no se meten, no es que me ayudan para buscarle” dice Liza.

Cuenta que esa misma noche se fue a la comisaría de Capiatá para hacer la denuncia, pero que en la propia estación policial le dijeron que tenía que esperar más horas para denunciar la desaparición. “Después me desesperé. Yo estaba sola. Tenía miedo de todo. No sabía qué podían hacer conmigo si denunciaba lo de mi hija en el Juzgado. Entonces esperé, pero después, el 10 de febrero finalmente hice la denuncia formal. Igual, desde esa vez nunca pasó nada. Ni siquiera dieron orden de búsqueda de mi hija” señala la joven.

En la denuncia que plantea Soledad Montiel, prácticamente acusa a Liza de ser ella misma la que dejó que lleven a su hija. “Yo sé que dicen por mí muchas cosas, pero siempre luego soy la culpable. Decían que yo luego le vendí a mi hija y esas cosas. Están locos, cómo haría algo así?” afirma Liza.

Actualmente, la joven, de 25 años, vive en Luque y trabaja en una fábrica de chipas. Dice que está mejor, haciéndose cargo de sus dos hijos, pero que no puede hablar de felicidad porque no sabe nada de lo que pudo haber pasado con su pequeña Fiorella. “Hace tres años que no sé en qué anda, como está, si creció, si entra en la escuela, no sé nada de ella” dice Liza.

En lo que coinciden la trabajadora social Villalba y la mamá de la niña desaparecida, Liza, es que no tuvieron la respuesta esperada desde el Ministerio Público. “Para la fiscalía yo luego era culpable de todo. De estar embarazada, de no tener pareja, siempre era mi culpa todo” dice Liza. A su vez, Villalba asegura que es necesario que desde el Ministerio Público se pueda dar una respuesta a este caso.

“Vamos a mover”

La fiscala adjunta, María Teresa Aguirre, consultada sobre este caso, dice que no recuerda en forma específica la historia, pero que dadas las circunstancias, amerita que se haga todo lo posible por mover el expediente y hacer una investigación rigurosa “Hay que ver este caso, tenemos que mover esto de ser así” dice Aguirre.

Liza empezó su día hoy saludando a sus dos pequeños hijos y luego partió para ir a trabajar. “Prometo que voy a poner un poco más de mi parte para poder encontrarle a Fiorella. Nunca voy a poder ser feliz si ella no está. Nadie puede ser feliz así” dice Liza.

En febrero próximo se cumplirán cuatro años de que no ve la sonrisa de Fiorella.