(AFP) Cuatro minutos antes de medianoche, adulado por miles de simpatizantes bajo una luna prácticamente llena, Donald J. Trump subió el lunes por la noche al escenario de su último mitin de campaña, el 17º en cuatro días, y quizás el último de su vida política.

 

«Vamos a ganar cuatro años más en esta hermosísima Casa Blanca. Hace cuatro años hicimos historia juntos y mañana volveremos una vez más a hacer historia», lanzó el 45º presidente de Estados Unidos, delante de una marea de gorras rojas, amarillas y de ancianos envueltos en banderas nacionales, algunos de los cuales esperaban desde por la mañana.

 

Por superstición, reconocida, Trump eligió para el final de campaña Grand Rapids, ciudad industrial de Michigan, lugar donde terminó su campaña hace exactamente cuatro años, igualmente por la noche. Es uno los estados que lo condujeron hasta la Casa Blanca.

 

Esta vez el lugar escogido, obligado por la pandemia de covid-19, fue al aire libre, cerca de un hangar del aeropuerto. La minoría de personas que se cubrió el rostro llevaba mascarillas «Trump».

 

Para su último «show», el presidente no previó un discurso especial.

 

Los grandes clásicos estaban ahí: su balance en la economía, el petróleo, el ejército, incluso contra la pandemia –por cuyas muertes aún no ha tenido una palabra de compasión–, y recordó que hace un mes estuvo enfermo de covid-19, apartando la desgracia con un «estoy aquí, ¿no?».

 

También estaban los ataques contra Joe Biden, su hijo Hunter, y su candidata a vicepresidenta Kamala Harris, a la que simplemente llama Kamala, articulando cada sílaba para acentuar el exotismo de su nombre.

 

Y entre los pronósticos de victoria aplastante el martes en las urnas, coló algunas frases de agradecimiento, casi de ternura.

 

– «Perder contra este tipo» –

 

A sus hijos: «Pase lo que pase mañana, estoy muy orgulloso de vosotros. Pero si no ganamos, no les hablaré nunca más…».

 

A sus partidarios: «Realmente quiero agradecerles desde el fondo de nuestro corazón». Y estos, como a menudo, entonaron un «¡Le queremos!»

 

«Yo también les quiero. Es muy amable», respondió, divirtiéndose con la idea de que ninguna multitud gritó nunca algo así a Ronald Reagan.

 

Como un reflejo de los cuatro años de mandato, su último discurso fue una versión más dura, más amarga, que el de 2016.

 

Entonces trataba a la candidata demócrata Hillary Clinton de corrupta, y al igual que entonces prometió drenar el pantano de la capital federal. Pero para su nuevo adversario, Joe Biden, el ataque fue más personal: insinuó que está senil y se rió mientras reproducían un montaje del demócrata balbuceando y equivocándose.

 

«Tiene la mitad de inteligencia que tenía hace 20 años», insiste. Y más tarde lanza: «El concepto de perder frente a este tipo […] Más vale que voten mañana».

 

Tras una hora y cuarto en el escenario, Donald Trump prometió, una última vez, devolver a Estados Unidos su grandeza, y bailó algunos pasos tradicionales de «YMCA», para luego subirse al Air Force One, dirección a Washington.

 

¿Qué creen sus simpatizantes que hará el multimillonario en caso de derrota?

 

«¡Qué disfrute de la vida!», responde Noah Abdelkader, de 15 años.

 

Muchos parecían sorprendidos por la pregunta. Un agente inmobiliario de 50 años, Brad Boone, tuvo una respuesta que, para su esposa, dio en el clavo: «Espero que sea candidato en 2024».