Antes del inicio del encuentro decisivo por continuar con posibilidades matemáticas de cara al Mundial de Rusia 2018, Francisco Arce pensó que lo mejor que tenía pasaba por plantar tres centrales en el fondo (Gómez, Da Silva y Alonso), dos carrileros por las bandas (Moreira y Samudio), un mediocampo duro (Cáceres, Riveros) y la posibilidad de una tarde inspirada de Romero, Almirón o Barrios, arriba.
Con tal cuadro, cuestionado por gran parte de la afición, Paraguay saltó al campo de juego. Desde la entonación de Himno Nacional, el compromiso del equipo era visiblemente notorio.
Complicado de principio a fin, nadie esperaba que el cero se rompa por un error no forzado de Arturo Vidal. Sucede que con un cabezazo, el futbolista del Bayern Múnich marcó contra su propia valla a los 24′ de partido.
Antes del centro (vía tiro libre) que justamente acabó con la alegría albirroja. Vidal protagonizó en la zona medular una escaramuza con «el Topo». Desafiante «el King» intentó imponer presencia a los empujones. Cáceres no se amilanó y el trasandino pagó las consecuencias.
Si bien, para la opinión de Vidal, Chile es uno de los mejores combinados del Mundo, frente al Paraguay de esta noche, el éxito se le hizo esquivo.
Por su parte, sufriendo, Paraguay aguantó metido en el área de Antony Silva los embates rojos. Principalmente en los últimos segundos de la primera etapa, tiempo en que el guardametas azulgrana se mostró con todas sus luces.
Con la ventaja mínima, los dirigidos por Francisco Arce volvieron de vestuarios decididos a cuidar el resultado y por si fuera poco: buscar un segundo tanto a partir del contragolpe.
Antonio Bareiro en sustitución de Miguel Samudio sería la apuesta para complementar la velocidad de Almirón, quien a su ya acostumbrado vértigo le agregó una dosis de amor a la camiseta. ¡Dios mío, qué jugador! (mención aparte).
Posteriormente, cuando el cronómetro marcaba los 54′, por intermedio del Topo, la Albirroja sellaría el objetivo. Tal y como se dice en el barrio, el portentoso tranco de Junior Alonso pudo más que el sereno intento de despeje de Marcelo Díaz, por lo que la pelota suelta encontró en un mano a mano único a Cáceres y Claudio Bravo.
En una situación poco común, el experimentado centrocampista con la dorsal 15, desenfundó un fuerte tiro con la pierna zurda que venció por completo la resistencia del arquero del Manchester City inglés.
En la trayectoria, un guantazo del mismo desvió el esférico, otorgándole cierto toque de suspenso al beso a la red que desató la algarabía de millones de compatriotas ocupados frente a los diversos aparatos de reproducción del encuentro deportivo.
Richard Ortíz, el autor de la goleada a los 92′, y Carlos Rolón (debutante absoluto, convocado en reemplazo de Darío Verón), ambos del Olimpia, refrescarían la zaga de un equipo que con mucha entrega, garra y trabajo silencioso enmudeció la capital visitada y un centenar de bocas disidentes en esta isla rodeada de tierra.
Ahora queda volver a casa, esperar por Uruguay y volver a sumar de a tres. Al final, si esa proyección se concreta, la fría ex Unión Soviética no queda tan lejos.